El que está en el extranjero vive en un espacio vacío en lo alto, encima de la tierra, sin la red protectora que le otorga su propio país, donde tiene a su familia, sus compañeros, sus amigos y puede hacerse entender fácilmente en el idioma que habla desde la infancia.
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser (2008: 81, 82)
Este año lejos de Argentina no ha sido un año cualquiera. Ha sido un año doblemente especial. Por un lado, porque al comenzar el trabajo de campo de mi investigación, conocí a muchos hermanas/os que, como yo, andan entre mate y mate, construyendo su lugarcito por acá. Difundiendo y expandiendo nuestra cultura, conociendo los encantos de la catalana y transitando de distintos modos, la frontera. Escuchar las tonadas de mi patria, teñidas de españolisismos y catalanisismos, hizo que sintiera por un ratito que esa red protectora de la que habla Kundera, existe en esta tierra.
Por otro lado, celebré el Bicentenario de mi patria en este país, del que nos independizábamos un 9 de julio de 1816; decisión que además, fue tomada en la provincia que nací. Lo curioso es que, casualmente la fecha de mi aterrizaje hace tres años atrás, fue un 9 de Julio también. Así lo indica el sello de mi pasaporte y cada año, inevitablemente, lo rememoro entre trámites y oficinas…renovando mi permiso para residir acá, no sin malestares y sentimientos encontrados frente a lo que implica la condición de extranjería.
Por esos días encontré en las redes sociales esta versión del Himno Nacional, de Juajno Domínguez, que me emocionó mucho.
Siguiendo las páginas de Facebook de argentinos en Barcelona, que son una fuente de información tan caprichosa como útil, encontré gente que buscaba gente. Argentinos que tenían ganas de tender lazos, de hacer cosas para ayudar a otros, de forjar espacios de encuentro y vínculos . Gente que, ante la presión y el ritmo del día a día, andaba buscando a un otro a quien unirse para trabajar y concretar proyectos y deseos. Mucho se dice sobre el individualismo que caracteriza a los argentinos, sobre la altanería y sobre su particular forma de ser. No tenemos la mejor fama, es cierto. Pero nunca es bueno generalizar. Conocí gente de mi país que por distintos motivos vive acá hace mucho tiempo y que está llena de talento y energía. Comenzamos a reunirnos, con algunos y aunque no logramos llevar a la práctica las ideas que nos ilusionaron, creo que encontrarnos, conocernos y saber un poco del otro y de su experiencia, fue muy enriquecedor.
Sebas, Laura, Viki y yo…planeando.
Lucas, Laura, Sebas, Viki, Fabián y yo…diseñando
Sebastián, el músico, y su compañera la productora Laura estaban ya vinculados al CAC (Centro Argentino de Catalunya) y en acción, tendiendo puentes entre la cultura musical argentina y la catalana. Viki, la comunicadora, y Fabián, su compañero, Lucas el dramaturgo, yo y otros de cuyos nombres quisiera acordarme, empezamos a reunirnos y a proyectar actividades y cosas que nos gustarían hacer. Uno de esos proyectos consistía en organizar el festejo del bicentenario de la independencia argentina en el Centro cultural Salvador Allende, ya que los lazos con Eulogio Dávalos son estrechos. Aunque el verano y la locura en la que nuestras vidas siguieron después del invierno no nos hayan permitido llevar a cabo la propuesta, las bases han quedado fundadas.
Más adelante nos reunimos con José Luis Moreno (argentino) y Eva (la italiana), una desopilante y divertida pareja que hace mucho tiempo lleva adelante la Casa Argentina en Barcelona, se alegraron de reunirse con nosotros y de saber que cuentan con nuevas energías para la tarea.
Centro Argentino de Catalunya, Casa Argentina y los nuevos.
Los orígenes de la Casa Argentina se remiten a la inmigración que llega en ’76, exiliada por la dictadura militar argentina. José Luis, como muchos otros, arribó por aquellos tiempos y fue testigo de la (plural) conformación y de los distintos momentos por los que fue pasando la Casa. Esa noche nos contó sobre las muchas actividades culturales que el centro hizo a lo largo de estos años, sobre las dificultades y mezquindades con las que se ha cruzado en el camino y sobre su larga y rica experiencia en el trabajo asociativo. El Centro está abocado sobre todo a la difusión de los Derechos Humanos, al fomento de las discusiones políticas y sociales de la actualidad (a partir de la invitación a distintas y destacadas personalidades del mundo político), a la promoción de la cultura (no sólo argentina) y, como siempre, a ser un espacio de contención para el que llega.
Hace poco tiempo pude reunirme con otro centro de argentinos que funciona en Barcelona, «Casa de Mendoza en España» . Se trata de una fusión de dos asociaciones: “Casa de Mendoza” de Barcelona y el “Casal mendocino” de Rubí. Ambas entidades nacieron en el 2004, para dar respuesta, ayudar y contener a la gran ola inmigratoria que llegó a partir del 2001, como fruto de la crisis que estalló en argentina y que provocó un crecimiento del 100% de la población argentina en Catalunya, según los datos del Instituto de Estadísticas catalán. En el 2014, deciden unir los esfuerzos de ambas casas y fundar así la «Casa de Mendoza en España»:
La asociación lleva adelante sus actividades en el Edificio de la Fundación Orfeó Martinenc, de Barcelona, donde nos reunimos ese día. A mi izquierda, Sergio Lorenzo, el actual presidente.
El trabajo que desarrollan está centrado en la difusión cultural, relacionada con la música, el baile y el folclore argentino. Una de las fiestas más importantes que celebra el centro es, al igual que lo hace la provincia mendocina, la de la Vendimia. Suelen por ello invitar a distintos importadores de vinos argentinos para que puedan mostrar sus productos.
El centro fue tomando forma y creciendo mucho en los últimos años; ha ganado pues, mucha experiencia a nivel asociativo. Tanto es así, que actualmente están asesorando a otras Casas (como la de Salta, Tucumán y Neuquén) en su conformación como centros culturales. Una de las actividades más importantes que han organizado y que se desarrolló en la sede donde funciona la asociación, ha sido la preparación del espectáculo que hizo en mayo de este año Peteco Carabajal (quien, dicho sea de paso, vuelve a escena, este 30 de Septiembre). Otra actividad importante que llevaron adelante con éxito, fue la triple celebración por los 200 años de la Independencia argentina, por los 80 años de la Fiesta de la Vendimia y los 12 años de su institución.
Estas asociaciones (al igual que las chilenas y uruguayas -exceptuando Asociación Candombe-), casi no cuentan con la participación de los jóvenes. Eso no significa que este colectivo no exista en Catalunya y mucho menos que no participe o desarrolle sus inquietudes. La pregunta es cómo, dónde, en qué momento y qué vías eligen. Algunos de los representantes de las asociaciones, me explicaban que muchos de estos centros fueron fundados por los viejos jóvenes, que venían de los países del cono sur con toda una tradición de militancia y participación; tinte con el que empaparon estos espacios y desde el actuaron mucho tiempo. Es esta herencia la que explica la existencia de muchas figuras argentinas influyentes y protagonistas en la actual vida socio-política de Catalunya, como bien lo dice una nota del País que habla sobre la conexión entre Argentina y Catalunya (2015). Figuras que ya son más bien adultas y yo me sigo preguntando por los jóvenes y los jóvenes adultos inmigrantes.
¿Será que la migración actual es más bien económica e individual? ¿Será que que el modo de participación ha cambiado para los jóvenes de hoy y poner el cuerpo ha devenido en poner el dedo (desde la virtualidad)? ¿En qué espacios se manifiestan, se expresan y actúan los jóvenes inmigrantes del cono sur? A mis preguntas le sumo la reflexión que hace Julia Kristeva sobre la voz del extranjero en el extranjero, sobre los límites del poder en el espacio público y en el futuro colectivo, para quien no cuenta con un fuente de capital social influyente en un territorio al que no perteneció siempre:
No contar para los demás. Nadie te escucha, nunca tienes la palabra o, cuando tienes el valor de tomarla, pronto borrada por los temas más volubles y llenos de desahogo de la comunidad. Tu palabra no tiene pasado y no tendrá poder sobre el futuro del grupo: ¿en función de qué tendrían que escucharte? No tienes suficiente base, careces de “superficie social”- para que tu palabra se vuelva útil. Puede ser deseable, incluso sorprendente y tal vez curiosa o atractiva. Pero esas características tienen escaso peso frente al interés –que es precisamente lo que falta- de los interlocutores. El interés es interesado, quiere poder utilizar tus palabras contando con tu influencia, la cual, como toda influencia, está basada en las relaciones sociales. Y ocurre que precisamente no tienes relaciones sociales. Por lo tanto, tus palabras, aunque fueran fascinantes por su propia extrañeza, no tendrán consecuencias, no causarán efectos, pues no provocan ninguna mejora de la imagen o el renombre de tus interlocutores. Sólo se te escuchará de forma distraída, divertida, y se te olvidará para pasar a las cosas serias. La palabra del extranjero sólo puede contar con su fuerza retórica vacía, con inmanencia de los deseos que ha invertido en ella. Pero está desprovista de todo apoyo de la realidad exterior debido a que precisamente el extranjero es tenido al margen de esta realidad. En estas condiciones, si la palabra no cae en el silencio, pasa a ser de un formalismo absoluto, de una exagerada sofisticación: la retórica pasa a ser la reina y el extranjero se convierte en un hombre barroco. Gracián y Joyce debían ser extranjeros.
Julia Kristeva, Extranjeros para nosotros mismos. ¿Será posible la convivencia multirracial en la Europa del siglo XXI? (1991: 29, 30)
Notas de color
Cuando empezaba el trabajo de campo, di con Hernán Casciari, un escritor argentino que por el 2000, se radicó en Barcelona. Se casó con una catalana e hizo de la melancolía por su tierra el leitmotiv de muchos cuentos y de su paternidad. Se pueden leer sus textos on line, en su Blog Orsai ; particularmente me sentí atraída por «Como argentinizar a una hija extranjera» ( en su versión sintética: «Veinticinco de mayo») y Máximas para mi hija …¿cómo transmitir la cultura, el mate, las tortillas, el pan con manteca, el dulce de leche, María Elena Walsh, alta en el cielo un águila guerrera y tanta patria a lo lejos y a los hijos, que no nacieron allí?
También encontré este video, en el que un grupo de extranjeros cuentan cómo ven a los argentinos y sus costumbres. No tiene desperdicio.
Por último, me pareció interesante la nota escrita por Gisele Sousa Dias en Clarín, publicada en marzo del 2016: «LLegan 44 españoles por día y ya conviven con los viejos inmigrantes». El contacto entre la península y sus viejas colonias sigue (y seguramente seguirá) vivo.
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